¡Qué bueno regresar a mis libros! —término de los fatigados días—. Casi compensa la abstinencia, y el dolor se olvida con el placer.
Como aromas que confortan a los invitados en el banquete, mientras esperan, esta fragancia aligera el tiempo hasta que llego a mi pequeña biblioteca.
Puede haber desolación afuera, lejanos pasos de hombres que padecen, pero la fiesta suprime la noche y hay campanas, interiormente.
Doy las gracias a estos Parientes del Estante. Sus caras apergaminadas nos enamoran mientras esperamos, y nos satisfacen al alcanzarlas.
— El viento comenzó a mecer la hierba por Emily Dickinson (Página 62 - 63)
Poema 604 de Emily Dickinson, que encontré al abrir al azar esta lindísima edición de Nórdica, y que aún no conocía. Encuentro propiciado por @hamedtoledo@masto.es.