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Isabelle Stengers, Philippe Pignarre: La brujería capitalista (2018) 4 estrellas

Lo sabemos: el capitalismo existe y su reino es el horror. Lxs autorxs de este …

Tenemos la hipótesis según la cual si la gran estrategia de movilización frontal es ineficaz, es porque se desentiende de lo que fabrica el trabajo de miles de peones, de miles de secuaces que crean y mantienen de manera permanente lo que se impone con las alternativas ineludibles. Es por ellos que el funcionamiento capitalista existe en el modo inasible que le es propio, con bastante poco recurso a la violencia brutal (sobre todo en nuestros países).

Son esos “secuaces” los que nos ponen en la pista, los que nos dicen cómo nombrar al capitalismo. Porque ellos no se presentan ni se piensan “al servicio del capitalismo”. (La cuestión es más bien: ¿piensan?) Pero es aquí donde debemos prestar atención … Porque sabemos demasiado bien lo que quienes lean esto pueden llegar a decir: “Yo soy un secuaz”; “todxs somos secuaces”.

Ciertamente todxs estamos poco más o menos adentro, y estamos afectados, pero hay que poder decir que no todxs somos secuaces. Es preciso poder hacer una diferencia entre los obreros despedidos por una operación de “racionalización de los recursos humanos” y quien puso a punto el plan que dio paso a la necesidad racional de despedirlos. Pero también es necesario resistir a lo que parece un pensamiento muy elevado, muy lúcido: reconocerse culpable de lo que se padece.

Quienes en adelante llamaremos “secuaces” también sufren —quien está “adentro”, sufre—, pero debe decirse en todos los niveles, de la jefa a la secretaria, que trabajan en la construcción de ese adentro, no se limitan a aplicar o a padecer reglas, sino que se dedican a aplicarlas con lealtad, es decir, también con cierta inventiva. Y esto incluso cuando aparentemente se trata de situaciones rutinarias: extender la significación de las reglas, hacer que una situación un poco inédita vuelva a la normalidad, hacer evolucionar las definiciones, deshacer una posibilidad de escapar a ellas. Todxs decimos “es muy necesario”, pero el secuaz lo dice un poco de otro modo, afirma la legitimidad de ese “es muy necesario", dice “sí”.

No se trata de denunciara los “verdaderos culpables”. Ni tampoco de describir a las víctimas de una “ideología” mentirosa, que haría que uno se vuelva ciego a la verdad de lo que ocurre. Sin lugar a dudas, los secuaces son víctimas, pero víctimas de un tipo muy particular; producidas por una operación que es importante caracterizar … una adhesión a un saber que separa a las personas de lo que a menudo siguen sintiendo, y que ahora remiten por el lado del sueño o de la sensiblería de la que hay que defenderse. […] Por encima de todo, a los secuaces les interesa que nos convirtamos en secuaces, porque ellos mismos se definen como “lúcidos”, y necesitan un mundo que dé razón de su lucidez.

Los secuaces están como aquejados de la prohibición de pensar en aquello en lo cual operan. Pero es también lo que confiere a su obra su “creatividad” infernal: ellos, de un modo pequeño pero incansable, hacen existir los reglamentos, las definiciones, las palabras, las maneras de proceder que excluirán el pensamiento que les resulta intolerable. Y es aquí cuando —operación pragmática— sentimos que nos hemos vuelto capaces de “nombrar” aquello a lo cual nos enfrentamos, aquello cuyo éxito es fabricar secuaces, haciendo que quienes captura se activen en un modo que permite a cada uno presentarse como “sujeto”, responsable de lo que hace.

Nombrar no es neutro, no o pegar una simple etiqueta, es un acto deliberado, que compromete un modo de relación o, en nuestro caso, de lucha.

La brujería capitalista por , (Pyra) (Página 71 - 76)