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citó Calibán y la bruja de Silvia Federici (Nociones comunes, #13)

Silvia Federici: Calibán y la bruja (Tinta Limón) 5 estrellas

De la emancipación de la servidumbre a las herejías subversivas, un hilo rojo recorre la …

Los rituales canibalísticos que los españoles descubrieron en América, y que ocupan un lugar destacado en las crónicas de la conquista, no deben haber sido muy diferentes de las prácticas médicas populares en Europa durante aquella época. En los siglos XVI, XVII e incluso XVIII, el consumo de sangre humana (especialmente la de aquellos que habían muerto de forma violenta) y de agua de las momias, que se obtenía remojando la carne humana en diversos brebajes, era una cura común para la epilepsia y otras enfermedades en muchos países europeos. Es más, este tipo de canibalismo “que incluía carne humana, sangre, corazón, cráneo, médula ósea y otras partes del cuerpo no estaba limitado a grupos marginales sino que era practicado en los círculos más respetables”.⁵ El nuevo horror que los españoles sintieron por las poblaciones aborígenes a partir de la década de 1550 no puede ser así fácilmente atribuido a un choque cultural, sino que debe ser considerado como una respuesta inherente a la lógica de la colonización que, inevitablemente, necesita deshumanizar y temer a aquellos a quienes quiere esclavizar.

[⁵] En Nueva Inglaterra, los médicos administraban remedios “hechos con cadáveres humanos”. Entre los más populares, universalmente recomendados como una panacea para cualquier problema, se encontraba la “Momia”, un remedio preparado con los restos de un cadáver secado o embalsamado. En relación al consumo de sangre humana, Gordon-Grube (1988: 407) señala que “vender la sangre de criminales decapitados” constituía la prerrogativa de los ejecutores. Era entregada aún tibia a epilépticos o a otros clientes que esperaban entre la multitud “con la taza en la mano” en el lugar de ejecución.

Calibán y la bruja por  (Nociones comunes, #13) (Página 347)