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Dato 📚

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Publico más citas que reseñas.

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Los libros de Dato 📚

citó Dysphoria Mundi de Paul B. Preciado (Narrativas hispánicas, #703)

Paul B. Preciado: Dysphoria Mundi (2023, Anagrama) 4 estrellas

Dysphoria mundi es un diario de la transición planetaria que toma la forma de un …

Un apartamento es al mismo tiempo un privilegio y una forma de control social, una tecnología de gobierno que establece un vínculo entre un cuerpo humano y un espacio; algo tan socialmente construido como la diferencia sexual o la asignación racial. (…) Una segunda piel, o un exoesqueleto. Una órtesis. Una cárcel y un refugio. El nicho en el que se incuba la norma social. El jardín artificial en el que se cultiva el alma.

Dysphoria Mundi por  (Narrativas hispánicas, #703)

citó Dysphoria Mundi de Paul B. Preciado (Narrativas hispánicas, #703)

Paul B. Preciado: Dysphoria Mundi (2023, Anagrama) 4 estrellas

Dysphoria mundi es un diario de la transición planetaria que toma la forma de un …

El apartamento está totalmente vacío. Nunca me gustan tanto los espacios como cuando están desnudos. Solo antes de que lleguen las convenciones y los muebles es posible tener un cuerpo a cuerpo con la arquitectura. Los muebles son dispositivos de captura que codifican el cuerpo en el espacio y determinan su movimiento, proponiendo un plan de acción en el tiempo: la cama, la mesa, el sofá, la silla del despacho... introducen disciplinas y usos específicos del cuerpo. Amueblar un apartamento es predecir una vida.

Dysphoria Mundi por  (Narrativas hispánicas, #703)

Paul B. Preciado: Yo soy el monstruo que os habla (2020, Editorial Anagrama) 4 estrellas

En diciembre de 2019 Paul B. Preciado pronunció un discurso ante 3.500 psicoanalistas reunidos para …

¿Qué es un régimen epistemológico?

4 estrellas

Preciado se presenta a decir, of all people a tres mil quinientos psicoanalistas, que la diferencia sexual es un “régimen epistemológico”. Luego les exhorta a que formen parte del cambio de régimen que está en curso.

Es un texto breve, claro, que sirve para marinarse en ciertos términos, dejarse sembrar por ellos. No tan interesante para quien la realidad objetiva del psicoanálisis traiga sin cuidado, más útil quizás para quienes encontramos nuestra activación en lo conceptual.

Un régimen epistemológico es como un paradigma científico: “Los paradigmas científicos son compromisos compartidos por una comunidad social que, sin tener el carácter de axiomas infalibles o totalmente demostrados, son ampliamente aceptados hasta volverse casi incuestionables en la medida en que sirven para resolver toda clase de problemas.”

Lo que el paradigma de la diferencia sexual le resuelve al régimen petrosexorracial es el problema de reducir “la totalidad del cuerpo humano vivo, y su …

Luna Miguel: El coloquio de las perras (2019) Sin valoración

Recuperando el título de un pequeño cuento con el que la puertorriqueña Rosario Ferré analizó …

LM: ¿Qué leería hoy Eunice Odio?
TP: Leería poesía de Mary Jo Bang, Carmen Ollé, Robin Myers. Le gustaría leer Cementerio general de Tulio Mora. Se conmovería con Antígona González de Sara Uribe, poemario fundamental para conocer el entramado emocional que sobrecoge a ese México que sobrevive bajo un manto necropolítico (país donde seguiría habitando). En ese sentido, posiblemente leería los ensayos de Cristina Rivera Garza y Sayak Valencia. Sin duda, leería todo lo relativo a los migrantes centroamericanos en su paso por México, como Los migrantes que no importan de Óscar Martínez, Las tierras arrasadas de Emiliano Monge y Los niños perdidos de Valeria Luiselli. Estaría fascinada por la narrativa de la salvadoreña Claudia Hernández, pues se sentiría hermanada con esta escritora en su búsqueda por lo raro, lo insólito, eso que revolotea y altera lo aparentemente normal.

El coloquio de las perras por 

La cita sigue, unos párrafos más abajo: «Si frente a Spinoza tienen la más mínima emoción, tengo la impresión de que es en función de que en vuestra sensibilidad hay algo, aun si no lo reflexionan, que les hace decirse: “No, yo no vivo como un ser.” (…) Yo definiría la sensibilidad spinozista como una sensibilidad tal que me vivo como una manera de ser.»

Esta idea es algo que nos resuena o no nos resuena. Pienso que el sentirse así —no un ser, sino una manera de ser— pueda ser el recíproco de entender el amor como algo relacional.

Gilles Deleuze: En medio de Spinoza (Cactus) Sin valoración

En medio de Spinoza reúne las clases dictadas por Gilles Deleuze en torno a la …

Yo sueño con hacer alguna cosa sobre la sensibilidad filosófica. Es así que encontrarán los autores que cada uno amará. No estoy diciéndoles que sean spinozistas, porque me importa un bledo. Lo que no importa un bledo es que ustedes encuentren lo que les hace falta, que cada uno de ustedes encuentre los autores que les hacen falta, es decir, los autores que tienen algo para decirles y a quienes ustedes tienen algo que decirles. Lo que a mí me atormenta en filosofía es esa elección.

Es igual que cuando se habla de una sensibilidad artística, por ejemplo de una sensibilidad musical. La sensibilidad musical no es indiferenciada, no consiste solamente en decir: «Amo la música». Quiere decir también que extrañamente, en cosas que yo mismo no comprendo, tengo algo que ver particularmente con tal: «Ah, para mí, es Mozart. Mozart me dice algo». Es curioso eso. En filosofía es lo mismo. Hay una sensibilidad filosófica. (…)

¿Qué relación hay entre la sensibilidad a secas y la sensibilidad filosófica? ¿Qué relación hay también entre la sensibilidad a secas y la sensibilidad musical? Cuando alguien me dice por ejemplo: «Ah, en música yo pongo a Mozart por encima de todo.» (…) Pero ¿qué es lo que vibra tanto con Mozart en su sensibilidad? Y eso se diferencia extremadamente: «Tal momento de Mozart por encima de todos sus otros momentos. ¡Ah!, esos pequeños timales... ¡eso es la música!».

En filosofía es parecido. Ser spinozista no es en absoluto saber la doctrina de Spinoza. Es haber tenido ese sentimiento, haber vibrado en ciertos textos de Spinoza diciendo: «¡Ah!, sí, no puede decirse nada más». La filosofía forma parte de la literatura y del arte en general, da exactamente las mismas emociones.

En medio de Spinoza por  (Clases, #1) (Página 170 - 172)

citó Limpia de Alia Trabucco Zerán

Alia Trabucco Zerán: Limpia (2022, Lumen) Sin valoración

Estela deja a su madre en el sur para trabajar en la casa de una …

Cerré los ojos. Un pitido agudo e intermitente me zumbaba en los oídos. Me latían las sienes. Asomaba el dolor de cabeza. Por un instante, dudé. Tal como había dudado el primer día, cuando llegué a esa casa, otra vez esa duda. No supe si esa noche realmente había ocurrido; si todo eso era verdad. Me senté en la orilla de la cama y clavé los ojos en la luz que se colaba por el vidrio esmerilado.

Entonces tuve una idea muy extraña pero más real que haber lavado y secado cada uno de los tenedores de la casa, más real incluso que el tacto de mis dedos contra la tela del delantal. Pensé que yo, es decir, esa mujer sentada sobre la cama, vivía solo provisionalmente. Eso fue lo que pensé. Como en una película que tarde o temprano terminaría y yo tendría por delante, inmensa y luminosa, la verdadera realidad.

Limpia por 

Estela narra su historia y hace cuenta descarnada de ese “vivir provisonalmente”, uno de los temas centrales de la novela.

#LeoAutorasOct (★★★★★)

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Approaching Eye Level fue publicado en 1996. Leyendo este fragmento, no pude dejar de pensar en la operación que sufrimos —la misma— con los correos electrónicos en la compu vs. la mensajería instantánea en el celular. Las preguntas que se hace Gornick aplican todas.

Yo sigo enviando algunos correos (menos de los que quisiera), y de vez en cuando una carta manuscrita. Siempre aclaro que no esperan respuesta pues son, para mí, lo que fueron en su día las llamadas perdidas: un ping, una señal específica, o bien aviso de mera existencia. Si pido respuesta es, en todo caso, “por audio de WhatsApp”, porque me gusta mucho escuchar a alguien pensar en voz alta.

Vivian Gornick, Julia Osuna Aguilar: Mirarse de frente (2019, Editorial Sexto Piso) 5 estrellas

En una reseña reciente sobre la correspondencia entre Henry y William James, el escritor inglés John Bayley hacía referencia a un poema de Philip Larkin que recrea «un mundo donde las cartas se recibían con avidez y se entregaban con fidelidad; donde el teléfono era un medio de comunicación costoso y bárbaro […] y se confiaba en las cartas […] para combatir los padecimientos de la existencia diaria». (…)

Es verdad, me dije, a mí de joven me encantaba escribir cartas y habría seguido escribiéndolas si no hubiera sido por…

Tonterías, me contesté. No puedes echarle la culpa a la tecnología. La pregunta que hay que hacerse es por qué la correspondencia escrita no plantó más batalla. ¿Qué hay en nuestra naturaleza que le haya permitido al teléfono una conquista tan fácil? Tendrás que ver qué has hecho tú al respecto, pregúntate por qué tú no escribes ya cartas. Digo yo que hay algo más profundo ahí que un simple «la culpa de todo la tiene el teléfono».

A ver, venga, ¿por qué no escribo ya cartas? Bueno, pues porque, siendo sincera, me parece una lata tener que escribir una carta, una obligación que rehúyo hasta que no me queda más remedio. (…)

Hace treinta y cinco años, cuando estaba en la facultad, la gente escribía cartas. El profesor de instituto, el vendedor de seguros, el trabajador social; el hombre de negocios que leía, el abogado que trabajaba; la costurera que iba a clases nocturnas, la matrona que trabajaba de voluntaria; la infeliz de mi madre, nuestra vecina en estado: todos mantenían una correspondencia variada y a menudo prolífica. Era la forma en que la gente de educación corriente acostumbraba a ocupar el mundo más allá de su propia vida pequeña e inmediata. (…) si querías […] entablar contacto con alguien –hablar, reflexionar, extenderte con un espíritu afín o solidario–, te sentabas a escribir una carta.

Mis amigos y yo éramos todos grandes «epistológrafos», es decir, practicantes constantes y dedicados. Siempre había alguno de nosotros dando vueltas por el mundo [y] cuando viajábamos, nos escribíamos. Nunca llamábamos, escribíamos. Recibir una carta era una fiesta… la promesa de una buena lectura. (…) Escribir una carta era un placer mucho mayor que recibir una, aunque la emoción fuese la misma. Daba la impresión de que las frases, cuando por fin te venían, salían con una fluidez sin fisuras.

Hoy en día escribir cartas es un fastidio. (…) Tengo que escribir frases completas en párrafos completos. Tengo que hacer que los párrafos se pongan de acuerdo entre sí, que se hablen, que tengan la coherencia de un escrito. La expresividad reside en la escritura y ésa, al fin y al cabo, es la función de la carta: comunicarse expresivamente. En nuestros días escribir una carta es una decisión, mientras que cuando yo era pequeña era una forma de vida.

También coger el teléfono es una decisión (…) pero una que no me cuesta tomar y que asumo con regularidad. Si me dan a elegir entre llamar por teléfono y escribir una carta, tengo que concluir que prefiero la llamada porque es por lo que opto nueve de cada diez veces. Pero no es que lo prefiera, es simplemente lo que hago. Es lo que todo el mundo hace: la respuesta habitual del mundo en que me ha tocado vivir, uno que no exige una voluntad activa.

El mundo en que me ha tocado vivir. Eso sí que es una frase para pararse a pensar. Una frase que hace fruncir el ceño; que provoca un eco desagradable en la cabeza; que incluso me entristece. ¿Qué significa el mundo en que te ha tocado en lugar de luchar por ocupar tu lugar en el mundo? Es algo como amnésico, anestesiado, paralizado en el sitio. Yo diría que en algún punto de esa frase está la historia enterrada de «la culpa de todo la tiene el teléfono».

Mirarse de frente por , (75% - 78%)